El origen libre como villa de realengo en la frontera navarro-castellana, la mediana calidad de sus polivalentes recursos junto al intenso contacto mantenido durante siglos con los cultos, aunque acaparadores, monasterios de su entorno explican las peculiaridades más destacadas de la idiosincrasia matutina: posicionamiento progresista, volcamiento al estudio y nivelación social. Del primero hablan, centrándonos en los siglos recientes, la hegemonía del Partido Liberal de Sagasta hasta la caída de Alfonso XIII, la preponderancia izquierdista, en sus versiones azañista y radical-socialista, durante la 2ª República y la condición de feudo del PSOE durante la actual Democracia; con la virtud añadida de no haber generado nunca enconos u odios insalvables sino tolerancia y sana convivencia, como lo prueba el periodo de la Guerra Civil donde no existieron las vengativas delaciones de otros sitios sino un comportamiento solidario, gracias al cual sólo hubo leves, aunque lamentables, represalias a ciertos izquierdistas, y donde la propia la Guardia Civil, entonces con cuartel en el pueblo, hizo demostración de ese espíritu de hermandad impidiendo que falangistas de Baños de Río Tobía se llevaran a algunos a una muerte segura. En cuanto al interés por estudiar son pruebas irrefutables la temprana creación de una Escuela de Gramática o Latinidad, especie de Instituto de Secundaria, (En 1741 por el indiano Simón Ruidíaz) y de una Escuela de Primeras Letras, gratuita y para ambos sexos, (En 1820 por el también indiano Eusebio García Monasterio), cuando en España y La Rioja escaseaban una y otra, así como la prolífica cantera de Maestras, Maestros y Licenciados que ha generado Matute y que seguramente lo han convertido en el pueblo de mayor índice de carreras por habitante de España, sobre todo cuando el analfabetismo y la desescolarización predominaban en nuestro país. Por lo que hace a la distribución de la riqueza, si no al extremo del poeta matutino Luis Hernáez Tobías en su "Carta histórico - lírica" cuando canta, pletórico de pasión filial, que "No había en nuestro pueblo muchas clases / de estamentos sociales: esa rancia / casta de personajes importantes / en Matute jamás tuvo importancia", pero sí que es cierto que no han proliferado ni las grandes fortunas ni la miseria generalizada sino un mayoritario tipo medio, de recursos ajustados, eso sí, y compatible con la existencia de algunas familias más acomodadas y otras pobres pero ni escandalosa ni numéricamente llamativas.
Cierto es, a este respecto, que algunos apellidos tienen más rancio abolengo que otros: tal los Núñez, Sánchez/ Sáez, García o los Gómez, presentes desde la fundación del pueblo en torno al año 1000; o los Ruidíaz, Jiménez, Párraga, Caballero, de la Cuesta, de la Fuente o los Pérez, que siglos después constituyen las familias nobles; a los que se unirán en el siglo XIX, llegados de fuera, cuando hayan desaparecido los privilegios estamentales, los Torres y los Hernáez, éstos desde Sotés, al adquirir importantes propiedades durante la Desamortización de los bienes de la Iglesia y exclaustración de frailes realizada por Mendizábal en 1836. Sin embargo el tiempo y la escasa polarización originaria ha ido borrando diferencias y permitiendo que otros apellidos prosperaran hasta igualar, y aún superar en algunos casos, a los de más añeja categoría: como los de ascendencia popular (Montes, Monasterio, Corral, Cerezo, Clemente, Lozano, Lacalle, Peña); los procedentes de pueblos o aldeas (Alesanco, Tobías, Turza, Manzanares, Murillo, Hervías, Baños, Villarejo, Villoslada, Bobadilla, Uruñuela), vascuences (Aransay, Arregui, Zuazola, Madariaga, Areitio, Ayerdi), serranos (Magaña, Calvo, Cordero, Peñalva, Puente, Salas) o, en fin, sin origen definido (Álvarez, Díez, Vázquez, Armas, Alonso, Morga, Martínez, Grenabuena, Moreno, Oteo, Guerra, Somalo, Lerena, Francia, Orodea).
En resumen, este pueblo, surgido oficialmente en los difíciles años de la Reconquista y Repoblación medieval pero con evidentes huellas prehistóricas, romanas, visigóticas y musulmanas, recorrerá su particular periplo histórico con una secuencia no muy diferente a la de otras localidades y gentes de su marco político-territorial: grupúsculo tribal de los Berones, avanzadilla cristiana del reino navarro-najerense, villa de realengo del reino de Castilla, jurisdicción burgalesa de la España del Antiguo Régimen para terminar como uno de los 174 pueblos de un territorio surgido como provincia de Logroño en 1833 y reconvertido en Comunidad Autónoma de La Rioja en 1982. Con una etimología todavía sin clarificar pero que parece guardar relación con su situación estratégica (Del latín "Magis tutum" o "más seguro", por su localización entre montañas y bosque), poco a poco sale de su oculto reducto del sur (La zona del Covacho y el Plano con la iglesia de San Miguel) para extenderse hacia el norte gravitando en torno a una explanada, configurada en adelante como Plaza Principal, donde en el S. XVI, cuando alcanza su máximo apogeo demográfico, levanta la parroquial de San Román sobre otra primitiva iglesia de la misma advocación, de la que conserva el marco de su puerta principal, y la circunda progresivamente con sus edificios más nobles. Invariable en la morfología urbana y modo de vida desde entonces, alcanza el S. XIX estructurado en tres calles principales (Mayor, Orive y de Los Marqueses) y cinco barrios (Somero o de arriba, Bajero, de la Fuente, Santa Ana y del Hospital, éste último llamado así por disponer de una casa de beneficencia para mendigos y necesitados en algún lugar de la actual calle de Las Eras). Con Fuente Pública en la Plaza desde la segunda parte del XIX, lamentablemente destrozada en torno a 1960 al sustituirla por otras dos en sitios diferentes, y Carretera desde el primer tercio del XX, reemplazando al viejo camino de herradura, traslada también en 1934 el antiguo Cementerio de San Miguel a Las Llanas por estar mejor ventilado y convenientemente apartado de la zona residencial.
Efímeramente resurgido en los años centrales del XX, como tantos pueblos por el retroceso general que supuso la fase autárquica del Franquismo, se colocará, gracias a los cuantiosos réditos de las subastas madereras de su Mancomunidad de Montes, en vanguardia del ámbito rural al disponer anticipadamente de mejoras y servicios extraños a una época tan atrasada: Agua Corriente, Calles encementadas, Repetidor de Televisión. Con ellos, los logros de la emprendedora alcaldía de los años sesenta (Fábrica de Muebles, nueva Escuela, Complejo multiuso: molino, verracos, almacen), la posterior Trilladora y el remate de los ochenta (Concentración Parcelaria y Frontón), Matute parecía encaminar el porvenir con optimismo sin darse cuenta de que su tiempo había pasado pues para entonces España vivía un proceso imparable de cambio, industrializador durante el último Franquismo y de modernización plena con la Democracia, que hizo ímprobos, como en casi todo el mundo rural, los esfuerzos para retener una población atraída masivamente por las ciudades, con cuyo imán de bienestar y estilo de vida no podía competir de ninguna manera. Así hasta el día de hoy en que es consciente de haber agotado el modelo clásico de poblamiento y haber iniciado otra dinámica. Después de tres mil años de andadura histórica bajo la misma estructura vital, Matute aborda el S. XXI con el reto de amoldarse a su nueva función, que no desaparición, de segunda residencia y espacio de ocio y jubilación conservando su memoria histórica y generando servicios afines para los que, por cierto, cuenta con la ventaja del importante legado en edificios de los años sesenta, fácilmente adaptables a las nuevas necesidades. Comienza, pues, un nuevo ciclo de la historia de Matute.